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LA INQUISICION

Más de 60 antiguos instrumentos de tortura desde la Edad Media hasta el siglo XIX

La muestra se organiza alrededor de cinco bloques. Los dos primeros presentan los aspectos sociales, políticos y religiosos que engloban las actividades de los tribunales inquisitoriales, se trata de la del marco de referencia cuya  información es el soporte para la presentación de los aparatos y máquinas utilizados en las sesiones de tortura.

La intencionalidad global de la exposición evita el tenebrismo haciendo que el visitante comprenda la verdadera dimensión de las actividades de la Inquisición, su organización, su importancia como motor y censor de ideas y actitudes y las consecuencias que de ello se derivaban para las sociedades del momento.

En cualquier caso, la presentación de los aparatos y máquinas usados por los tribunales civiles y eclesiásticos para obtener confesiones, se realiza de tal modo que transmita al visitante la angustia y el temor que los acusados pudieron sentir en lo que los inquisidores llamaban “a la vista del tormento”.

Junto con las máquinas se presentan a lo largo de toda la exposición los textos y grabados que permiten contextualizar lo que se está viendo. En este sentido, el orden en que se organiza la exposición pretende servir para comprender la dimensión social del temor, cuando no abiertamente terror, que provocaba la posibilidad de ser acusado ante el Tribunal. Este debería ser la intención primordial evitando en lo posible el morbo ante el espectáculo de la tortura.

La selección de las máquinas corresponde a las más utilizadas por los distintos tribunales inquisitoriales, tanto eclesiásticos como civiles, españoles y de otros países europeos. En este sentido, es importante destacar que los tribunales españoles fueron parcos en los instrumentos de tortura siendo la garrucha, la toca y el potro prácticamente los más utilizados, acompañados ocasionalmente por otros tormentos generalmente con la ayuda de fuego

Ámbitos de la exposición

EL Palacio de los Olvidados se convierte en un espacio excepcional para la presentación de esta exposición permanente, tanto por su pasado histórico al haber pertenecido a un judío converso como por su belleza arquitectónica al tratarse de un Palacio Renacentista (s. XVI), ubicado en pleno Albaicín junto a la Carrera del Darro.